La escritura es identidad

El alfabeto es el mayor invento de la historia de la humanidad, nos permite transportar mensajes a través del tiempo y el espacio, no tiene límites en cuanto a distancias y puede viajar al futuro.
Tanto el alfabeto como la escritura cumplieron a lo largo del tiempo un rol fundamental en la comunicación y el registro de épocas pasadas.
La letra fue portadora de culturas, pero también testimonio de conquistas.
En el sur de América, el virreinato trajo consigo “la letra española”, fuente de carácter nacional con atributos propios, que cruzó el océano para ser parte de las aulas coloniales como eje principal de la educación, pero también como símbolo de identidad, acortando distancias, conservando tradiciones y costumbres del viejo continente.
En España, el proceso de identidad nacional en la escritura fue encargado al calígrafo Francisco Xavier de Santiago Palomares, natural de Toledo (1750), considerado el restaurador de la buena escritura española, a quien se le solicitó que la letra nacional debía tener atributos propios como “gallardía, firmeza, robustez y arte”.
Si analizamos y comparamos la caligrafía española con la inglesa, claramente el eje de inclinación es menos pronunciado en nuestra escritura heredada, sin embargo, el estudio de la letra española de aquellas épocas nos muestra que no siempre mantuvo la misma inclinación.
Calígrafos referentes como Juan de Yciar Vizcayno que usaba una inclinación de 8 grados, Joseph de Casanova de 10 grados y Torquato Torío de la Riva y Herrero que ha llegado hasta los 25 grados, nos acerca a una letra española cuya inclinación no fue una característica determinante.
En cuanto al peso, predominan en la letra española los trazos robustos, no es tan airosa como la inglesa o la italiana.
Las imágenes de libros antiguos pertenecen a la Biblioteca Nacional de España.